Propiedades de los minerales

Los minerales, en su justa medida, son esenciales tanto para la vida animal como vegetal. Al contrario que las vitaminas, los minerales son sustancias inorgánicas que siempre mantienen su estructura química y que únicamente se pierden por lixivación y disolución. No podemos producirlos, y por tanto debemos ingerirlos regularmente. La gran mayoría de los minerales que consumimos provienen directamente de las plantas y el agua que bebemos, o indirectamente, de alimentos de origen animal. La biodisponibilidad de estos micronutrientes es muy variable y depende de numerosos factores. Por lo general, los minerales de origen animal y los disueltos en el agua los absorbemos mejor que los de fuente vegetal. Esto es así porque en los dos primeros casos las sales suelen estar presentes en formas que se asimilan más fácilmente y no hay fijadores que inhiban la absorción, como es el caso de los fitatos de las plantas.

Los seres vivos perdemos los minerales por el sudor, la orina y los desechos orgánicos. Y como ya hemos comentado, debemos reponerlos con regularidad. Los minerales no nos proporcionan energía aunque tienen importantes funciones reguladoras del organismo, además de una función estructural pues forman parte de muchos de nuestros tejidos duros y blandos. Veamos las propiedades de los más importantes que puede aportar el consumo de agua mineral natural:

Es el mineral más abundante en el cuerpo humano. Prácticamente está concentrado (99,9%) en huesos y dientes. Su participación es muy importante en la formación y crecimiento del tejido óseo, formando parte de la estructura de los huesos, en donde también se almacena y actúa como reservorio para mantener una concentración adecuada en sangre y prevenir contra la osteoporosis en personas mayores. También interviene en los procesos de contracción y relajación de los músculos, en diversas funciones tales que la inmunitaria y la nerviosa, así como en la regulación de la presión arterial, la coagulación sanguínea y la permeabilidad de las membranas. Su deficiencia puede provocar problemas dentales, de crecimiento, en los pequeños, y osteoporosis en las personas mayores. Se recomienda ingerir un mínimo de 800 mg/día (individuo sano, actividad normal) que se pueden ver incrementados según casos hasta los 1.500 mg.

El magnesio actúa en el cuerpo humano como cofactor de una multitud de enzimas intracelulares, y se acumula dentro de él en los huesos (donde actúa también como reservorio y forma parte de su mineralización), en músculos y otros tejidos blandos. Junto con el calcio participa en los procesos de contracción muscular y en la coagulación de la sangre, pero de manera contraria, el calcio los promueve y el magnesio los inhibe. También ayuda a prevenir la caries e interviene en la transmisión del impulso nervioso, el metabolismo de los hidratos de carbón y el adecuado funcionamiento del sistema inmunitario. La inadecuada ingesta de magnesio puede causar migrañas, ansiedad, espasmos musculares, enfermedades cardiovasculares, infartos cerebrales, hipertensión, diabetes y osteoporosis. Se recomienda una ingesta de 375 mg/día, que nuevamente puede ser incrementada según los casos.

Probablemente el más cuestionado en la actualidad de todos los minerales esenciales para el organismo. Un exceso (hipernatremia) puede llevar a sufrir determinadas dolencias como hipertensión arterial, uno de los principales factores de riesgo cardiovascular, e incluso diabetes; mientras que un defecto (hiponatremia), que es el trastorno electrolítico más común en el ser humano, si es severo puede llevar en muy poco tiempo a la desorientación y la muerte por edema cerebral. Todos los fluidos del cuerpo contienen sodio, incluso la sangre, y su papel es crítico para regular el balance hídrico y la osmolaridad. El sodio es el principal catión de los líquidos extracelulares del organismo. Destaca en este sentido el hecho de que un consumo excesivo de agua o líquidos que no contengan sales minerales (por ejemplo, durante la práctica de deporte de alta intensidad) haría que cayese progresivamente la concentración de sodio en el plasma sanguíneo, pudiendo provocar lo que se conoce como deshidratación hiponatrémica o extracelular, que puede llegar a ser muy peligrosa, e incluso mortal, en muy poco tiempo. Y es que, paradójicamente, aunque el término deshidratación en el lenguaje común se suele referir únicamente a la pérdida de agua, en medicina el estado de deshidratación alude tanto a la falta de agua como de sodio. Dado que los mecanismos que tiene el cuerpo para eliminar el sodio (y su exceso) son muchos, es difícil (la legislación española no lo ha hecho) establecer cantidades diarias recomendadas de consumo. Para un individuo medio, sano y en condiciones normales (es decir, en ausencia de altas temperaturas, trastornos gastrointestinales o prácticas deportivas o físicas), las autoridades norteamericanas hablan de un máximo de 2.400 mg. de sodio al día, que puede llegar a bajar hasta los 1.500 mg. según los casos; mientras que la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda una media de 2.000 mg/día.

Otras sales minerales importantes que puede aportar el agua mineral natural son:

Son sales ácidas derivadas del ácido carbónico (H2CO3) que contienen el anión bicarbonato (HCO3-). El más importante es el bicarbonato sódico. Actúan inhibiendo los ácidos del estómago (ácido clorhídrico), previenen la formación de cálculos renales y forman parte del esqueleto (bicarbonato cálcico).

Son sales del ácido clorhídrico que contienen el anión Cl-. El más abundante es el cloruro sódico o sal común. Los absorbemos a través del intestino delgado y encontramos en nuestro cuerpo sus mayores concentraciones en el fluido cerebro-espinal. Junto con el sodio controlan la composición de los líquidos intra y extracelulares, favorecen el equilibrio ácido-base del organismo, son parte esencial de los jugos gástricos (como ácido clorhídrico), mantienen en buen estado tendones y articulaciones, así como favorecen la eliminación de toxinas por parte del higado.

Son sales inorgánicas del ácido sulfúrico. Los más comunes son los sulfatos de sodio, calcio y magnesio. Aumentan la secreción biliar, tienen propiedades purificadoras y antitóxicas, y junto con los bicarbonatos previenen la formación de cálculos renales.