Probablemente el más cuestionado en la actualidad de todos los minerales esenciales para el organismo. Un exceso (hipernatremia) puede llevar a sufrir determinadas dolencias como hipertensión arterial, uno de los principales factores de riesgo cardiovascular, e incluso diabetes; mientras que un defecto (hiponatremia), que es el trastorno electrolítico más común en el ser humano, si es severo puede llevar en muy poco tiempo a la desorientación y la muerte por edema cerebral. Todos los fluidos del cuerpo contienen sodio, incluso la sangre, y su papel es crítico para regular el balance hídrico y la osmolaridad. El sodio es el principal catión de los líquidos extracelulares del organismo. Destaca en este sentido el hecho de que un consumo excesivo de agua o líquidos que no contengan sales minerales (por ejemplo, durante la práctica de deporte de alta intensidad) haría que cayese progresivamente la concentración de sodio en el plasma sanguíneo, pudiendo provocar lo que se conoce como deshidratación hiponatrémica o extracelular, que puede llegar a ser muy peligrosa, e incluso mortal, en muy poco tiempo. Y es que, paradójicamente, aunque el término deshidratación en el lenguaje común se suele referir únicamente a la pérdida de agua, en medicina el estado de deshidratación alude tanto a la falta de agua como de sodio. Dado que los mecanismos que tiene el cuerpo para eliminar el sodio (y su exceso) son muchos, es difícil (la legislación española no lo ha hecho) establecer cantidades diarias recomendadas de consumo. Para un individuo medio, sano y en condiciones normales (es decir, en ausencia de altas temperaturas, trastornos gastrointestinales o prácticas deportivas o físicas), las autoridades norteamericanas hablan de un máximo de 2.400 mg. de sodio al día, que puede llegar a bajar hasta los 1.500 mg. según los casos; mientras que la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda una media de 2.000 mg/día.